Previamente éste, al borde del camino, ignorado por muchos, pidió a gritos que el Hijo de David tuviese compasión de él que era ciego. Muchos lo empujaban para que no molestase al maestro. Pero él se levantó del suelo, se abrió paso, emocionado llegó a los pies del galileo. Había arrojado al suelo el manto que lo cubría y de repente la esperanza invadió su cuerpo maltrecho. Tantos años marginado, tanta penuria, tantas calamidades, no habían sido menoscabo para su dignidad, que era reconocida, ni más ni menos por el profeta que había despertado una expectación inusitada en medio del pueblo.
- ¿Qué quieres que haga por ti?, volvió a repetirle Jesús.
- Que vea, que pueda contemplarlo todo, que no tenga que imaginar ni un minuto más los colores de los campos, de las flores, de las aguas, de los rostros.
- Que se haga como pides. Que recuperes la vista y que no sólo distingas los colores de todo lo creado, que veas también la verdad, la novedad de ese Dios bueno que quiere cambiar nuestros corazones para que nos amemos unos a otros, para que nos sirvamos con ternura,, para que no existan excluidos en el banquete que Dios tiene preparado para todas las naciones..

Al instante Bartimeo recobró una visión nueva, no sólo en las pupilas de sus ojos inquietos, también en su corazón abierto a la justicia. Entonces fijó su mirada en la mirada del maestro. No fue necesario que este le dijese “sígueme”. Él lo siguió porque no podía hacer otra cosa que seguirlo. En ello le iba la felicidad, la realización de sus días, el sentido profundo de su existencia.
En aquellos días, a las afueras de Jericó, el hijo de Timeo, no solo recobró la vista, también el rumbo de la esperanza. Con las entrañas llenas de gozo se unió a la comitiva del galileo que, decidido, encaminaba sus pasos a Jerusalén.
También nosotros podemos unirnos a tan insigne comitiva, también nosotros podemos hacer que resuene en nuestro interior la pregunta que cambió la existencia de Bartimeo.
Paco Bautista, sma. Un abrazo grande desde Vélez de Benaudalla.
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